Las uvas se cultivan en una amplia variedad de suelos, desde muy arenosos hasta arcillosos, y pueden ser de alta o baja fertilidad. Se dan mejor en suelos fértiles y profundos que permiten el desarrollo radicular de hasta 3 a 5 metros o más. Los suelos muy arcillosos o poco profundos, mal drenados o con sales u otras toxinas, no son aptos para una buena producción por tener poca disponibilidad de nutrientes.
Principios agronómicos en uva de mesa
Zona climática
Tradicionalmente, las uvas se han cultivado y se dan mejor entre los 34-49 grados de latitud en ambos hemisferios. Pueden cultivarse en latitudes más altas, en zonas soleadas a baja altitud, o en los trópicos secos donde haya agua de riego disponible. Se desarrolla mejor durante veranos largos y secos e inviernos fríos. La temperatura máxima del mes más caluroso debe de estar por encima de los 18-20 °C y en el mes más frío debe de estar por encima de 0 °C.
Las temperaturas por debajo de 17°C reducen la tasa de acumulación de azúcar y alargan el proceso de maduración. Análogamente, las temperaturas muy altas y baja humedad pueden reducir también la tasa de acumulación de azúcar por reducción en la fotosíntesis. Una alta humedad aumenta el riesgo de enfermedades y plagas. La lluvia o la niebla durante floración, puede provocar un cuajado deficiente. Un periodo de crecimiento largo es necesario para una buena maduración de las uvas.
Tipos de suelo
La disponibilidad de nutrientes depende de muchos factores como pH del suelo, concentración de nutrientes, profundidad de las raíces, suministro de agua en el suelo y el uso de cultivos de cobertura o mantillo. La vid prefiere un pH neutro, pero puede tolerar un rango de 4,5 a 8,5. Por ejemplo, la vid en suelos alcalinos de pH 7,3 o más, están sujetos a clorosis de hierro.